Una crisis de liderazgo

Lo que ha sucedido esta semana en el Reino Unido con la muerte de su reina no ha hecho otra cosa que reafirmarme en la idea de que estamos inmersos en una enorme crisis de liderazgo. Es más, ha sido tan grande la aflicción que ha mostrado el pueblo inglés al enterarse del fallecimiento de la eterna Isabel II, que no me extrañaría que en algún momento a alguien de la corte real británica se le haya pasado por la cabeza mantener en secreto su muerte durante unos cuantos años más; el tiempo necesario para no tener que sufrir a Carlos III haciendo de soberano.

Ya sabíamos que era una mujer muy apreciada y seguramente gracias a ella la Corona inglesa como institución ha logrado mantenerse en un nivel de aceptación tremendamente alto después de los grandes escándalos del pasado. Y más aún teniendo en cuenta que en la actualidad, en países que se suponen modernos y en continua evolución como el Reino Unido, o España, claro, cuesta creer que aún siga habiendo cargos institucionales hereditarios. Porque no debe olvidársenos que más allá de la parafernalia, de las comodidades y de la sumisión de la que viven rodeados, los reyes actuales en la moderna Vieja Europa no son otra cosa más que eso, funcionarios al servicio del Estado al que representan. Y que conste que a mí personalmente no me disgusta que haya alguien que desempeñe esa labor representativa para su nación. Que se mueva fuera y dentro de las fronteras velando por los intereses de sus habitantes, a veces solo haciendo acto de presencia para darle el peso institucional a ciertos acontecimientos que lo merecen, pero al mismo tiempo alejado del ruido interesado en el que conviven hoy en día todos los políticos que dicen que nos gobiernan. De hecho, tampoco me parece mal que incluso cobren por un trabajo que yo no querría para mí mismo. Con lo que ya no comulgo tanto es conque lo haga como lo haga, tengamos que aguantarnos sin poder remplazarlo si al final su labor resulta un completo fracaso. Aunque la verdad, tampoco sé si podemos hacer mucho con otros cargos que se suponen electos.

Bueno, pues dentro de este contexto tan atemporal, no deja de sorprenderme que Isabel II haya sido capaz de consolidar una opinión tan favorable, y unánime, hacia su persona y su trabajo después de más de 70 años de reinado. A pesar del transcurrir de los tiempos, del avance de las democracias, todos, incluso muchos de los que formalmente debían promulgar su rechazo, han aceptado de buen grado su carácter de soberana. Y eso no deja de ser en sí una complicada paradoja. Estoy convencido de que a partir de ahora que por fin le toca coger el relevo a su primogénito comiencen a escucharse cada vez más altas las voces de aquellos que no conciben que un señor que ha vivido siempre entre pañales, rodeado sin merecerlo de lujo y pleitesía hasta niveles que los mortales comunes no llegamos ni a imaginar, se vea desde mañana mismo dando su consentimiento a cientos de decisiones que antes tuvieron que votarse en el seno de su gobierno, el democrático.

Este contrasentido es precisamente al que apelo cuando me refiero a la crisis tan grande de liderazgo con la que abría el artículo. Es difícil de entender que en estos tiempos en los que predomina el desencuentro, alguien que optó al cargo hace más de siete décadas por pura sucesión familiar, haya sido capaz tras su muerte de recibir tantas alabanzas por su desempeño. Y no solo en su país, sino en todo el mundo. Es como si de pronto al morirse ella, todos y no solo los británicos, hemos creído en cierto modo que el mundo perdía uno de sus líderes, a pesar de que como digo su estatus de gobernante haya sido impuesto.

Esta reflexión que hago entonces, sobre todo en una era en la que parece que siempre caminamos rodeados de mierda hasta el cuello, dice muy poco de los que tenemos ahora al mando, a pesar de que hayan sido elegidos en libre votación. Y si no, mirad lo que está pasando en el otro extremo de Europa.

Puede que a partir de ahora a los británicos solo les quede llorar la muerte de su apreciada reina y al resto, aunque sinceramente nos afecte más bien poco, sí que al menos nos dé para pensar un instante en qué es lo que queremos ver en un posible líder antes de dejar caer la papeleta con su nombre en una urna. No cometamos el error de darle argumentos a aquellos que siempre han querido ser gobernados por pura imposición. Además, en este preciso momento tenemos que tener mucho más cuidado con lo que hacemos, porque observando a algunos “líderes” en los que la población menuda se encuentra ahora poniendo su interés en las redes, parece que lo que está por venir será aún peor que lo que tenemos. En fin…

 

Francisco Ajates

Compartir
Marcar como favorito enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable: Francisco Javier Ajates Rodríguez.
  • Finalidad:  Moderar los comentarios.
  • Legitimación:  Por consentimiento del interesado.
  • Destinatarios y encargados de tratamiento:  No se ceden o comunican datos a terceros para prestar este servicio. El Titular ha contratado los servicios de alojamiento web a WEBEMPRESA que actúa como encargado de tratamiento.
  • Derechos: Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional: Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.