Una estafa amparada en la legalidad

Seguramente no valdrá para nada, pero después de caer como un absoluto incauto, lo único que me queda ahora es el recurso del pataleo. Eso, y usar este canal para denunciarlo, a ver si entre todos conseguimos que este tipo de estafas no tengan recorrido, y alguien que pueda, se atreva a ponerles freno, sobre todo ahora con la que está cayendo.

Y es que pagar 23 € por una llamada de teléfono de apenas unos minutos es algo absolutamente inconcebible. Teniendo en cuenta además que enseguida me percaté de que estaba siendo víctima de una estafa, y tuve el valor de reconocer el engaño en el momento en el que la llamada llegó al destino adecuado, y la persona que me atendió al otro lado me ofreció una alternativa más coherente, y gratuita, como cabía esperar.

La artimaña es muy sencilla. En un momento dado, te encuentras apurado y buscas el teléfono de una empresa en internet. Algo que todos hemos hecho alguna vez. En mi caso el de la aseguradora de mi coche para pedir un servicio de grúa —precisamente de la inquietud o de la prisa se alimentan este tipo de engaños—. Rápidamente aparece un número importante de entradas que se refieren al concepto de la búsqueda, y la primera de todas, refulgiendo con luz propia y con un tamaño tan sugerente que es imposible pasarla por alto, seguida de un número fijo que a todas luces es normal, la que tú crees que estás buscando.

SEGUROS XXXXX.

Teléfono 917 949826. LLAMAR

Y claro, tan normal te parece, es un número fijo de la Comunidad de Madrid, donde todas las compañías de seguros tienen afincadas sus oficinas centrales, que vas, y pulsas el botón de llamar.

Ahí comienza el engaño. Un tipo muy amable te responde, te pregunta qué necesitas, y sin dudarlo un segundo, te pide que, por favor, llames a otro teléfono, que es donde tienen centralizado el servicio de grúas. Algo que a priori también parece normal, esto de centralizar servicios, y que hacen muchas compañías para ahorrar costes. El teléfono al que me piden llamar es el

11869

Lo pongo más grande para que todo el que lea este artículo lo grabe en su memoria.

Bueno, reconozco que cuando me dieron el número ya me sonó un poco raro. Un número corto, solo cinco cifras, no sé, comenzó a olerme un poco a chamusquina. Y justo después de solamente dos tonos, una grabación que suena a la velocidad de la luz, prácticamente inteligible, te advierte de que la llamada tiene una tarificación especial, y te parece escuchar la cifra de 0,20 €. Y entonces piensas: «vale, está bien, encima de pagar el seguro me cobráis la llamada cuando os necesito, vaya jeta». Pero aunque sepas que estás pagando de más, con la necesidad de solucionar un problema como el que tienes, después de hablar con alguien que te asegura la normalidad del procedimiento, la práctica habitual, tu cabeza razona de la siguiente manera: «bueno, 20 céntimos, a lo sumo 5 minutos de comunicación, 1 eurito y carretera. En el peor de los casos 2 o 3; bah, tampoco es para tanto». Y entonces, te dejas llevar. Craso error, amigos. Porque ahí es donde empiezas a pagar la condena.

El siguiente en contestar es un tipejo sin escrúpulos, alguien tan desesperado, de una bajeza moral tan grande que acepta un trabajo que consiste en timar a la gente, y que probablemente lleve comisión cuanto mayor sea el engaño que perpetra. En este caso la envergadura del fraude, el tamaño de su éxito, es directamente proporcional al tiempo que consiga mantenerte al otro lado de la línea. Así que podéis imaginar el tono de la conversación. Por poco no termino aceptando una invitación a cenar con su familia la próxima vez que se venga a pasar las vacaciones a Asturias, en su opinión, la mejor provincia de toda España. Vamos, me puso como una moto. Allí sentado en el coche averiado, con prisa para que viniese la grúa antes de que me cerrasen el taller, y soportando las mamarrachadas de un fulano que no sabía cómo hacer para mantenerme a la escucha a cada segundo que pasaba viendo cómo yo me iba impacientando por no llegar a concretar nada. Tanto me cabreé en un momento, que casi consigue que le pida perdón por mi impaciencia. No le pedí perdón, hasta ahí podíamos llegar, pero sí que es cierto que traté de rebajar el tono para no darle un argumento más con el que seguir hablando de estupideces.

Al final, cuando logré que me pasara con la aseguradora y le conté mi experiencia con la llamada al operador que me atendió al otro lado, uno de verdad, este sí, no dudó un segundo en darme un nuevo teléfono al que llamar una vez colgase esa llamada a la que estaba enganchado. Cuando lo hice, cuando colgué y miré la pantalla de mi teléfono, comprobé con desesperación que aunque finalmente había conseguido comunicarme con el seguro, el número que aún se mostraba en la pantalla era 11869. Así que de no haberlo hecho, de no haber reaccionado a tiempo, primero cortándole el rollo al impresentable del teléfono de información y después hablándole con franqueza al operador del seguro, aquella llamada hubiese durado el doble o el triple de lo que finalmente duró.

Por cierto, en este caso, tengo que romper una lanza a favor de mi compañía de teléfonos, que a las pocas horas de realizar la llamada contactaron conmigo para advertirme que había sido víctima de una estafa telefónica, entre otras cosas para que no volviera a caer en ella si se daba el caso. Fueron ellos los que me comunicaron que el coste ascendía a los 23 €, en lugar de los 3 o 4 que pensé que tendría. Al parecer, según me explicaron, la tarifa que suena al principio de la llamada juega con las cifras, y no llegas a comprender que están hablando de un coste por segundos en lugar de minutos, como tú piensas.

No quiero ni imaginar la cantidad de dinero que estos estafadores ganan de una forma aparentemente legal. Dinero del que invierten una pequeñísima parte por posicionarse los primeros en los buscadores de internet y camuflarse entre las entradas de las páginas de las grandes compañías con las que trabajamos todos, y de las que en algún momento necesitamos un contacto para hacer una consulta. Me refiero a aseguradoras, compañías eléctricas, telefónicas, bancos, etc. Pero me entristece muchísimo pensar en que haya gente que se lucre de la inocencia del resto, y más que lo puedan hacer con una impunidad tan abrumadora.

Si a mí, que me considero alguien prudente y siempre estoy ojo avizor, lograron sacarme 23€ en unos pocos minutos, qué no harán con otras personas más confiadas o simplemente menos acostumbradas a esta era digital en la que vivimos. No me quiero imaginar la cara que se le debe de quedar a ese hombre o a esa mujer que acaban de hacer una llamada por pura necesidad y que al final le ha costado 100 €, o más, quién sabe. Tiene que ser para tirarse de los pelos, o mejor, para arrancarle la melena a alguien si tuviesen la oportunidad…

Francisco Ajates

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