No me puedo creer que a estas alturas de la película todavía haya gente que aún duda de si hay o no que vacunarse.
Yo creo por encima de todas las cosas en el derecho individual de las personas, pero hay una frase del filósofo y escritor Jean-Paul Sartre que se me ha quedado grabada en la cabeza desde que la escuché por primera vez cuando era pequeñito: «La libertad de una persona termina donde empieza la de los demás», y para mí, que desde siempre estas palabras han sido poco más que un dogma de fe, no me queda ninguna duda de que el no acudir a la cita con la jeringa cuando nos toque, es casi como apuñalar en el corazón el derecho de los demás a seguir viviendo. Siento si a alguien esta afirmación le ofende, y reconozco que la frase es muy dura, al igual que también sé que el miedo a lo desconocido es libre. Quizás, el hecho de que esta vacuna haya llegado mucho antes de lo que viene siendo habitual para este tipo de medicamentos, incluso a alguien le pueda parecer abrumador, sobre todo teniendo en cuenta el beneficio económico que hay detrás de aquellos que se han apuntado el tanto de ser los primeros en fabricarla. Pero no nos engañemos. Eso ocurre con este y con cualquier otro medicamento, y como ya he dicho otras veces, en la virtud que hemos tenido como especie para globalizar el mundo está nuestra pena, y ese es el precio que tenemos que pagar por el perdón de nuestros pecados. Nadie nos va a regalar nada, salvo esta dichosa enfermedad que nos ha caído en gracia. Además, pensándolo con frialdad, si el interés económico no fuese tal, tened por descontado que esta vacuna, como la gran mayoría que son fundamentales para salvar vidas en el tercer mundo, no llegaría aquí hasta bien terminada esta década que acaba de comenzar.
Un caso distinto lo constituyen aquellos que no quieren esta vacuna como tampoco quieren otras. Quizás eso es más una filosofía de vida, y en nuestra época, luchar contra la tosferina, la polio, el sarampión, la rubeola, la hepatitis A o el tétano, por ejemplo, sí que se trata de una opción individual de las personas, y ahora es fácil elegir cualquiera de los dos bandos. Pero si echamos la vista atrás y miramos lo que ocurría por ejemplo a primeros del siglo XX, a ver quién era el valiente que no se vacunaba del sarampión si la vacuna existiera entonces, cuando sabemos pasado el tiempo que la enfermedad terminaría matando con los años a más de 200 millones de personas, mientras que ahora la incidencia en un país como el nuestro y desde que hay vacuna es prácticamente nula. Y digo prácticamente, porque en los últimos tiempos, esto de negarse a las vacunas parece que se está poniendo de moda, y si nos descuidamos vamos a ver cómo el puñado de casos que poco a poco ha ido en aumento durante estos últimos años, al final termina convirtiéndose de nuevo en un problema. Un problema que ya teníamos solucionado. Como todos los que con los años ha ido solucionando la medicina moderna para hacer que la esperanza de vida en España, sin ir más lejos, haya pasado de los 60 a más de los 80 en apenas cincuenta años.
Un tema aparte en esto de la Covid es la gestión desastrosa de la vacunación. Una vez más, aunque en esta ocasión no solo ha ocurrido en España, puede que incluso haya sido peor en alguno de los grandes países de nuestro entorno, después de estar implorando la vacuna durante todo este año, cuando por fin ha llegado no hemos sabido qué hacer con ella. Pero a ver, ¿esta gente que llevaba tiempo discutiendo por el número de dosis que les iba a tocar, acaso no sabían que por pocas que fuera, alguna neverita de estas llenas de frascos terminaría llegando a sus centros? ¿Para qué narices las querían entonces tan pronto? Es de traca. Todavía no me explico cómo es posible que después de tantos meses sabiendo que esto iba a ocurrir, es decir, que tarde o temprano habría un puñado de dosis a disposición para empezar a inmunizar a la población, no hubiese un ejército de sanitarios armados con jeringuillas para inyectarlas a los pacientes en cuanto estos se pusiesen a tiro. Y es que lo más normal, sería estar esperando ansiosamente por dosis nuevas, en lugar de guardar las que llegaron esperando que la situación se vuelva propicia. ¿Acaso hay tiempo que perder? En fin…
De cualquiera de las maneras, yo en cuanto pueda, vaya si me vacuno. Estoy muy cansado de esta enfermedad, y tengo clarísimo que hay que luchar contra ella con todas las armas que tengamos a nuestra disposición. Y sin duda, la medicina moderna es la mejor de nuestras aliadas, aunque detrás de cada pandemia siempre haya alguien que se enriquezca. Como ya dije antes, esa es precisamente nuestra penitencia.
Francisco Ajates
Aún tenemos que seguir escuchando a personas, que pretendiendo hacer ejercicio de su libertad personal y sus derechos individuales, dicen NO a la vacuna. Algunos otros incluso niegan la propia existencia de la pandemia que nos asola.
Hace dos noches, muy cerca de donde vivo, dejó la vida un técnico de ambulancia de 37 años, que en su camino para recoger a un enfermo de Covid se cruzó de forma letal con otro vehículo. Para mí un Héroe con mayúsculas, de los que habla la canción de Orozco. Son muchos ya, demasiados, los que han dejado su vida en esta guerra.
Sabemos que el fin de esta lucha pasa por la inmunidad de rebaño. Podemos alcanzarla de dos formas, a la brava o por vacunación. La primera opción tiene un coste en vidas, económico y moral inaceptable.
Tengo unas preguntas tanto para negacionistas como para los defensores de esa llamada libertad individual para no ponerse la vacuna.¿Con que cuajo le van a pedir a otras personas que arriesguen sus vidas para salvar las de ellos o sus seres queridos? y ¿Como se lo van a explicar a las familias de esos Héroes que dejado su vida por los demás?
Es muy cierto que los derechos individuales no se pueden defender más allá de donde empiezan a pisotear los derechos fundamentales de los demás.
Gracias Francisco por tu reflexión.
Estoy de acuerdo contigo, Juan. Esto es cosa de todos, y la única salida aceptable pasa por la vacunación. Hemos estado rezando porque llegara cuanto antes, y cuando la anunciaron empezamos a ver la luz al final del túnel. No podemos echarnos para atrás ahora por miedo. ¿Es mayor el miedo a la vacuna que a la enfermedad? ¿Hasta cuándo?¿Hasta que nos coja a nosotros o a un ser querido? Ahí quizás sea tarde cambiar de opinión. Sin duda que hay algún riesgo con la vacuna, pero insisto, ¿qué alternativa hay? ¿Ver cómo la gente se muere hasta que la pillemos todos y rezar para que a nosotros no nos coja a contrapié?
Muchísimas gracias por tu aporte.
Independientemente del tema covid el negacionismo es algo que tiene el ser humano por naturaleza,es triste pero es asi para cualquier aspecto de la vida, siempre hay alguien ve una trama negra y sospechosa aunque se beneficie solo el.Y el latino es bastante propenso a ello.
Totalmente de acuerdo contigo y como tendremos que ser vacunados todos por nuestro bien espero que a estos sea con una aguja un poco más gorda.
Yo también estoy de acuerdo contigo, Ricardo. Hay gente que se empeña en negar la realidad de las cosas, pero siempre suele ser por intereses propios y no por convencimiento. Lo que ocurre, es que al final terminan por creerse a pie juntillas lo que promulgan.
Gracias por tu aporte.